viernes, noviembre 02, 2007

Kitsch de corazón






Los placeres culpables de la infancia nos acechan. No podemos escapar. Aquí unos consejos para que pase un buen vivir durante un día kitsch y no haga el ridículo.






Es un nuevo día. La mañana comienza lentamente y es probable que un rayito de sol se cuele por un espacio de su cortina: intente que ésta sea de un color intenso. Acomode su almohada, extienda la mano hacia el velador y prenda la radio. No acepte sino esa voz inconfundible que se desgarra cada vez que entona esta canción: “Una muchacha y una guitarra/ para poder cantar/ esas son cosas que en este vida/ nunca me han de faltar”. ¡Sandro!
Ahora más consciente, levántese y mírese al espejo ovalado, ojalá de borde acrílico heredado de su abuelita. Recuerde, hoy tendrá que caminar. Tiene deseos de conseguir un buen disco. Ese que no está en la Feria del Disco u otra famosa tienda sino que encontrará en la “picá” del persa Bío- Bío. No parta sin conseguir algún inédito de Cecilia o de Zalito, “El gorrión de Conchalí”.
Debe salir preparado. Está caluroso y no puede andar tan abrigado. Póngase algo a cuadrillé o rombos especial para la ocasión. Le dará suerte. Eso sí, las zapatillas son necesarias. Ocupe las blancas con rayitas turquesa. Las mismas que se ponía cuando hacía educación física en primero básico. Creo que todos las ocuparon. ¿Qué manía, no?
No se descorazone si no lo encuentra lo que busca en su recorrido por los pasillos y recovecos. Lástima, para otra será. Si es afortunado encontrará otras cosas: puede ser unos pantalones rayados, parecidos a los que ocupaba Pepito TV, o la carterita que ocupaba la tía Tute cada vez se daba vueltas enojada en Sábado Gigantes ¡Maravilloso! Ahora podrá lucirse en el carrete de la noche.
Ya es hora del almuerzo. El hambre llama. Diríjase hacia la Plaza Brasil. Encuentre el bar “Serena” (sobre la Avenida Brasil) y deguste una cazuela de ave con una cañita de vino tinto en uno de los pocos lugares donde ofrecen Pilsener en vez de cerveza. Allí todavía existe una radio casette de las antiguas, de esos en los que no funciona el tocacintas y sólo puede escucharse emisoras como Radio Oasis.
Luego de saciar su apetito vaya a casa a reponer fuerzas, porque su recorrido debe continuar. Ya está organizado el carrete y sólo falta esperar. Antes, vea una película. Opte entre “Mujeres al borde de un ataque de nervios” o “Charlie y la fábrica de chocolates”, no la actual, sino en la que actúa Gene Wilder y que deslumbraba con su larga chaqueta morada. Creo que esa.
Ya son las 9 de la noche. Destino: Club Notable (Av. Manuel Montt 1687). Póngase el accesorio que compró en la mañana y algo onda disco. Siéntase de la realeza. Nadie se la gana.
Luego de recorrer medio Santiago, en el palacio del Kitsch. El requisito es tener ropas con colores fuertes y bien “chillones” mucho cuadro y rayas multicolores. ¡Qué espectáculo!
Suena la Rafaella Carrá, “¡Para hacer bien el amor/ hay que venir al suur!” Queda la escoba, salte y cante como el resto. No sea tímido. Mientras tanto, pida un pisco sour o vaina. Cuando se le acabe pida más. La noche es joven y siguen tocando buenos temas…
Ha bebido lo suficiente, feliz me diríjase a su casa. Aunque está cansado no se preocupe, dormirá bien porque le espera su camita con las sábanas rojas y, aún con Charlie en la mente, soñará que estará en el mundo setentero del Kitsch de principios de este siglo.

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